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viernes, 27 de enero de 2012

Me llamo Óscar pero me llaman Cabeza de Huevo. Tengo diez años pero parezco de siete. Vivo en el hospital porque tengo cáncer.
El hospital es un sitio superguay, lleno de adultos de buen humor que hablan alto, lleno de juguetes y de señoras amables que quieren divertirse con los niños... Vamos, que el hospital es la bomba si eres un enfermo que se porta bien. Pero yo, desde que tuve mi trasplante de médula ósea, siento que ya no me porto bien.
Cuando me examina el Dr. Düsseldorf por la mañana, lo decepciono. Me mira sin decir nada como si yo hubiera hecho algo malo. Sin embargo, me he portado bien en la operación: he sido bueno, he dejado que me duerman, he sentido dolor sin gritar, he tomado todos los medicamentos. Algunos días tengo ganas de chillarle al doctor, de decirle que quizá sea él quien ha fallado la operación. Pero parece tan desgraciado que los insultos se me quedan en la garganta. Cuanto más se calla el Dr. Düsseldorf, más culpable me isento. He comprendido que me he vuelto un enfermo malo, un enfermo que te impide creer que la medicina es estupenda.







               - Eric Emmanuel Schmitt (2002). Oscar et la dame rose.

2 martinis secos:

poluxlisbon dijo...

Jó, qué triste. En concordancia con el día de hoy por aquí... gris y apagado. Un mal día.
Respecto a la entrada, gracias!! cuando quieras ahí está ;) :*

raindrop dijo...

El mundo al revés: la terrible enfermedad ataca y el que la padece se siente el malo de la película.

besos