No paraba de perseguirme, de adelantarme, de ser incontrolable, de no dejarse manejar. Y pensé que, aunque no conocer la ley no te exime de ella, podía hacer una excepción con esto. Tal vez la casualidad, el rumbo incierto o el cambio de dirección del mundo podía hacer que ganara la carrera. Entonces tracé el plan, y lo perfilé tan detalladamente que vivía dentro de él, así que cuidadosamente lo llevé a cabo. Aislé mi casa del tiempo, bajando las persianas, mutilando los relojes despojándolos de sus manillas, quemando los calendarios que señalaban inexorablemente lo que vendría después. Y después lo comprendí; tenía el control de mi vida y tracé mi propio tiempo. Había empezado a ser feliz.
jueves, 19 de febrero de 2009
la carrera
Publicado por Deb en 18:04
Etiquetas: felicidad, fotografía, tiempo
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2 martinis secos:
Si no ganas al menos deberían darse cuenta de que eres la que mejor y con más madurez escriben. Que pena que no se valore eso.
:*
Que bonito lo que has escrito, es lo que todos deseamos en alguna ocasión, poseer las riendas de nuestra vida, que no exista ni el tiempo ni el espacio, que no nos limiten vaya.
No he podido leer el comentario hasta hoy, no se que pasaba que no me dejaba entrar :S
Te has hecho otro blog no?
en cuanto tengo un ratín entro a xafardear! jiji
un beso guapa!
y buen fin de semana :)
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